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Analizando la derrota del plebiscito en Chile

Por Gustavo A Maranges el 11 de septiembre de 2022

Hace apenas una semana, la gente acudió a las urnas en Chile para el histórico referéndum constitucional, donde fueron barridas las fuerzas sociales que apoyaban la idea de una nueva constitución. El voto negativo superó el 61%, mientras que el proyecto de constitución pasó apenas un poco más del 38%. Muchos pueden pensar que tal resultado habla por sí mismo, pero va más allá.Entender lo que pasó en Chile no es solo un ejercicio para políticos y analistas, sino una obligación para los movimientos progresistas de toda la región.

Justo el día antes de la votación, analizamos la situación y concluimos que la nueva Constitución podría aprobarse. Basamos nuestro análisis en dos estudios elaborados por dos equipos reconocidos, que contradecían todas las encuestas de opinión difundidas por los principales medios de comunicación de Chile.

Hace una semana escribimos que tanto los medios tradicionales como las encuestadoras jugaban en el mismo equipo que los que se oponían a la nueva Constitución. Por lo tanto, era lógico que se privilegiara la opción “Rechazo”. En este punto, no nos equivocamos.

La campaña mediática contra el proyecto de Constitución y la Asamblea Constituyente fue un hecho innegable. Sin embargo, en nuestro análisis no tomamos en cuenta otros elementos más allá del campo comunicacional, a saber, todos aquellos relacionados con la actual situación socioeconómica y política de Chile. Estos elementos faltantes fueron los que determinaron un resultado tan desproporcionado el 4 de septiembre.

Analizando los votos anteriores, todos favorables a las fuerzas progresistas, era imposible pensar que una constitución tan diversa e incluyente sería rechazada. Por primera vez en la historia de Chile, el Proyecto de Constitución fue redactado por una Asamblea elegida por el pueblo. Eso ya lo hacía mucho más democrático que el actual, que fue escrito por solo ocho personas y bajo la atenta mirada del brutal dictador Augusto Pinochet.

Además, 103 de los 155 constituyentes eran representantes de organizaciones sociales y progresistas. Hubo una amplia representación de los pueblos indígenas y se respetó la paridad de género en el proceso electoral. Esta composición determinó que el Proyecto de Constitución tuviera un fuerte carácter ambiental, feminista y social, respetando los derechos humanos y los derechos de los pueblos indígenas, que representan más del 20% de la población del país.

Por lo tanto, no era descabellado pensar que un sector importante de la población vería cumplidas buena parte de sus aspiraciones en el texto propuesto. No sólo el derecho a la salud, la educación y la seguridad social, sino también otros como la soberanía sobre el agua (Chile es el único país del mundo donde las fuentes de agua son privadas) y el fortalecimiento de la capacidad del Estado para hacer frente a los problemas de la sociedad.

A pesar de todos estos beneficios, el texto fue rechazado. No sólo los sectores oligárquicos votaron en contra, sino también gran parte de los que se beneficiarían del nuevo texto. Por ejemplo, el 60% de las mujeres votaron en contra de una constitución que les otorgaba muchos más derechos que la actual. Además de eso, el 70% de la población indígena votó en contra de una Constitución que establecía un estado plurinacional y garantizaba los derechos y la autonomía indígena, algo sin precedentes hasta el día de hoy. Sin embargo, lo más sorprendente es que el 75% del sector más pobre (los dos últimos quintiles de la población según la distribución de la riqueza) votó en contra de un proyecto destinado a mejorar su acceso a servicios básicos y sociales.

¿Cómo entender estos resultados aparentemente incongruentes? Una entrevista reciente al profesor Pedro Santander de la Universidad Católica de Valparaíso y otra al intendente de Recoleta Daniel Jaude, permite comprender mucho mejor un resultado que parecía inexplicable para quienes seguíamos el proceso desde afuera.

Ambos entrevistados coinciden en un elemento, el voto no fue en esencia contra la nueva Constitución, sino contra la gestión de un gobierno de centroizquierda tímido y timorato a la hora de acometer las reformas necesarias para aliviar la difícil situación de las mayorías. El gobierno de Boric no ha abordado temas como la militarización del sur de Chile (que sigue vigente) o la inflación que hace que los chilenos no puedan llegar a fin de mes. Pero, sobre todo, no puso su peso detrás de la Asamblea Constituyente contra los ataques de odio y desprestigio de la derecha.

La lectura de un ciclo progresista en Chile a partir de las protestas de 2019 fue defectuosa. Entender las protestas de 2019 y los posteriores triunfos electorales solo como resultado de enfrentamientos entre la derecha y la izquierda fue un error ya que los chilenos no protestaron ni votaron solo guiados por sus creencias ideológicas, sino, sobre todo, contra una élite que impuso una convivencia indigna. condiciones sobre ellos. Este es un elemento decisivo para entender cómo se desestimó un texto tan progresista y hasta dónde pueden llegar realmente los movimientos de izquierda en Chile.

Es decir, los triunfos obtenidos desde 2019 no son solo una muestra del crecimiento de las fuerzas progresistas en Chile sino sucesivos votos de castigo contra la élite chilena, contra gobiernos como el de Sebastián Piñera, que no hizo nada por mejorar las condiciones de vida. de la mayoría

El profesor Santander reconoce que Boric no ha trabajado como debería por el bienestar de los sectores más desfavorecidos. “Boric pisó el freno y no el acelerador cuando llegó a la presidencia”, afirmó Santander. Este elemento limitó el apoyo al Proyecto de Constitución porque, en un país regido por una Constitución como la de Pinochet, la única fuerza revolucionaria es el pueblo en la calle, y Boric les dio la espalda.

Cualquier proyecto progresista en Chile enfrenta no solo a la oligarquía y sus representantes políticos, sino también a las propias instituciones y la estructura económica y social, que fueron diseñadas para reproducir el modelo neoliberal establecido por la Constitución de 1980. Por lo tanto, los esfuerzos del gobierno debieron estar a la altura de los obstáculos existentes, y no fue así. Tanto es así que hasta en el municipio de Recoleta, un barrio obrero gobernado por el comunista Daniel Jaude, se perdió la opción del “yo apruebo”.

Por otro lado, el voto en este proceso era obligatorio. Este elemento no favoreció la opción “Acepto”. Según Francisca Fernández Droguett, integrante del Movimiento por el Agua y los Territorios, ante tan decepcionante gestión, la gente salió a votar indignada.

El 4 de septiembre votó más del 85,8% de los chilenos (si se tiene en cuenta que en el padrón electoral a veces hay personas fallecidas o fuera del país, la cifra real podría rondar el 90%). Es decir, más de 13 millones de personas acudieron a las urnas, mientras que en las últimas elecciones presidenciales sólo votó el 55%. Es decir, más del 30% de los que votaron son personas sin afiliación política o ideológica, cuyo voto se guía por la facilidad con que se satisfacen sus necesidades, algo que el actual gobierno no ha cumplido.

Cuando se analizan los resultados globales del referéndum, la última tesis queda completamente confirmada. Hay una coincidencia entre los que votaron “yo apruebo” y los votos que obtuvo Boric en la segunda vuelta (poco más de 4,5 millones). Es decir, Boric no ha sumado votantes en casi seis meses de gobierno.

Otro factor que influyó en el resultado fue la religión. Alrededor del 20% de la población se define como evangélica, principalmente pentecostal. Coincidentemente, durante la última campaña presidencial, el candidato derechista fue el único político invitado a una cena de Acción de Gracias en una congregación evangélica. Si bien este no es un hecho concluyente o que exprese lealtad por sí mismo, permite inferir preferencias y vínculos de un sector importante de la sociedad, especialmente si estaban obligados a votar.

En el terreno comunicacional, también hubo un mejor desempeño de la banda derecha. En nuestro análisis previo al plebiscito, detallamos que el sector de derecha tenía ventajas sobre el resto por su control sobre los medios. Chile es un país donde, gracias a la Constitución vigente, no existen medios de comunicación públicos, lo que hace muy difícil que un gobierno difunda sus posiciones cuando difieren de los intereses de las élites. Y debido a las distorsiones y mentiras de los medios, muchos estaban confundidos y tenían preguntas y, siendo así, es mucho más fácil simplemente votar no.

Los defensores de la Constitución de Pinochet hicieron una campaña muy larga, que comenzó con la elección de la Asamblea Constituyente. Mientras que el gobierno solo participó en una campaña una vez que se redactó el texto. Es decir, durante más de un año la asimetría fue enorme porque los medios de derecha son inmensamente más grandes y poderosos que los progresistas sin apoyo del gobierno.

Por otro lado, la derecha apeló a los miedos más profundos de la sociedad chilena. Explotó al máximo las fake news para hacer creer a la gente que la Nueva Constitución privilegiaba a los indígenas sobre los demás o algo tan impensable como que la gente perdería sus propiedades. Aprovecharon la vena profunda de la historia conservadora de Chile que ha sido plasmada en el pensamiento por los muchos años de la Constitución de Pinochet.

Mientras tanto, algunos empresarios aseguraron a sus trabajadores que de aprobarse el nuevo texto habría menos puestos de trabajo o serían despedidos por el cierre de la empresa. Los seguidores de Pinochet utilizaron todas las herramientas para evitar el triunfo del “yo apruebo”.

Frente a ellos estaban los movimientos progresistas con muchos menos recursos y que apostaron por la ayuda de un gobierno que no sólo dio la espalda al pueblo sino que poco hizo por ayudarlo. Quizás porque en el fondo, el texto propuesto era demasiado progresista para ello. No tengo pruebas de esto, pero tampoco tengo dudas.

Ante este escenario y observando las causas que definieron el resultado del plebiscito en Chile, no es posible decir que los chilenos votaron en contra del Proyecto de Constitución. La victoria del “Yo rechazo” se basó en quienes no están contentos con la gestión de la actual administración y quienes se vieron influidos por la campaña negativa realizada por la derecha. La gente no es ignorante. Al contrario de lo que muchos piensan y dicen fácilmente, la gente no vota en contra de sí misma, ni de sus derechos. Aunque, a la hora de definirse, pesa más el pensamiento “no puedo llegar a fin de mes” que la ideología o las creencias políticas.

De la misma manera, no debemos tener miedo y pensar en un Chile controlado por la derecha, ya que todos los que votaron “rechazo” no son derechistas. En este momento es necesaria la reorganización de las fuerzas progresistas para iniciar un nuevo ciclo constitucional.

Pinochet revivió por un momento, pero sus días están contados desde que el pueblo chileno votó para cambiar la Constitución. Este borrador no pasó, y quizás el próximo no sea mejor, pero no será la Constitución de un dictador. Lo que se necesitará para que esto suceda será un liderazgo claro y organizado que pueda combatir a las fuerzas conservadoras. Esta votación es un golpe al presidente Boric, cuya posición es producto de las batallas en las calles que comenzaron en 2018; queda por ver si es parte de la solución o del problema.

Fuente: Resumen Latinoamericano-US
Traducido por google

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