¡ Tieeeeerra! ¡ Tieeeerra!, exclamó Rodrigo de Triana, según los letrados, lleno de emoción. Y podemos imaginarnos como, perteneciendo a una tripulación amenazada por la escasez de alimentos y agua potable, su grito emotivo contagió a toda la tripulación la cual, arrodillada y golpeándose el pecho, aparentaba darle gracias a su Dios.
Aunque generalizada entre el populacho, la escena anterior todavía no convence a un grupo de historiadores que, aunque creen en el contagio de la emoción, difieren en las causas de arrodillamiento y del constante golpe en el pecho de los demás miembros de la tripulación.
Ellos alegan que la alegría mostrada por Rodrigo se debió al valor monetario que ofreció Cristóbal Colón al primero que divisara tierra y que los golpes en los pechos de los demás tripulantes, seguidos por la extensión de su otro brazo hacia el cielo no fue una señal de gracias, sino una queja dirigida a su Dios en medio del grito, “¿por qué? ¿Por qué Dios mío no fui yo? ¿Por qué?
Y no debemos extrañarnos, pues la gran mayoría de los tripulantes participaron en esta arriesgada empresa motivados, única y exclusivamente, por la avaricia y el deseo del enriquecimiento rápido.
Por desgracia para ellos, se establecieron en “La Hispaniola”, hoy RD y Haití, donde no encontraron tanta riqueza y nativos que no estaba dispuesto a trabajar gratuitamente.
Aunque la misión de los COLONizadores cambió, forzada por las circunstancias en la isla, los objetivos básicos desde su inicio fueron:
1. Encontrar una nueva y más corta ruta hacia la India.
2.- Reclamar, en nombre de la Corona Española, los territorios “descubiertos”.
3. Encontrar y expropiarse de todo el oro que existiese en dichos territorios.
4.- Evangelizar a todos los habitantes de los territorios reclamados por la Corona.
Para tal fin trajeron, en muchos de los viajes realizados, artefactos y personajes especialistas.
Entre los artefactos que trajeron se encontraban miles de biblias, las cuales serían usada en las jornadas de evangelización cuando resultara oportuno.
De todas las enseñanzas que se encuentran en tan magnífica obra literaria, las más usadas fueron los Diez Mandamientos que nombro a continuación:
1ro. Sin importar los azotes, las violaciones, los incendios de aldeas o el trabajo forzado los indígenas aprendieron que hay que amar a Dios sobre todas las cosas.
2do. Jurando que si los nativos no los guiaban hasta la supuesta “gigantesca” mina de oro matarían a todo el vivo, les enseñaban que: “no se debe tomar el nombre de Dios en vano.”
3ro. Convertidos en esclavos de la noche a la mañana, los nativos escuchaban todos los domingos, mientras recibían el látigo cortante de los enviados de Dios, que había que “Santificar el día del Señor”.
4to. Violaciones y salvajes asesinatos perseguían a las madres del lugar, mientras les enseñaban que, según la ley de Dios, “había que honrar a su padre y a su madre”.
5to. “No matarás, no matarás”, repetían mientras atravesaban el corazón de los indefensos indígenas quienes trataban de huir de las cruces con las que eran decorados los largos y afilados sables.
6to. “No cometer actos impuros”, predicaban, mientras los ejemplos llovían a granel: Robo, despojo, asesinatos masivos, calumnias, mentiras, violaciones, maltratos, y…
7mo. No robarás, les enseñaban, mientras despojaban a los nativos de todos sus bienes, incluyendo la armonía y la existencia de todos los indígenas.
8vo. No levantarás falso testimonios ni mentirás le reclamaban a latigazos al que se atrevía a denunciar las diabólicas acciones de los enviados de Dios.
9no. “No consentirás pensamientos ni deseos oscuros”, escuchaban las indígenas, quienes, al ser violadas estaban siendo sentenciadas a muerte por las enfermedades que trajeron los enviados del Señor.
10mo. Este mandamiento no puedo mencionarlo, pues todavía hay “enviados”, algunos en el gobierno, que continúan deseando los bienes del pueblo.
Felipe Lora
Publicado originalmente el 19 de marzo, del 2011 en www.lora.org
Ingeniero y educador Socialista
