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EL VIEJO ORDEN EN AMERICA Y LAS CONDICIONES PARA SU RELEVO

Por Héctor Hernández

El nacimiento del imperio yanqui como fuerza sostenedora y garante de la dominación del sistema de la gran propiedad privada capitalista sobre la sociedad marca la época en que este sistema ya solo pudo ser tolerante y propiciador de los cambios que llevaron al mundo colonial europeo a ser tutelado por Estado Unidos. Desde entonces, pero con énfasis a partir de la segunda guerra mundial, la gran propiedad privada y su sistema de dominación se tornaron insensible al más leve cambio de orden y cualquier amenaza de desplazamiento (que las propias condiciones determinan si puede ser por corto, mediano o largo plazo) de las esferas del poder político de la oligarquía gran propietaria privada hasta por fuerzas tímidamente alternativas pone en alerta todo el viejo sistema de dominación y se activan desde su seno automáticamente las corrientes más extremistas y por eso las más peligrosas para la sociedad (fascistas, anarquistas, etc.). Son las fuerzas con las que el viejo sistema está dispuesto a jugarte el todo por todo en la defensa del interés del gran propietario privado.

Esa reacción tiene su origen en la experiencia práctica de que en un punto cualquiera donde la fuerza ordinaria del sistema cae al nivel en el que se quiebra su capacidad de contención del proceso de transformación social, éste se cuela cuando y donde menos se le espera. Pero por encima de todo esto, en la estructura de sostén del viejo orden está la convicción de que, desde que existe el sistema comunista, toda transformación de aquel en algo nuevo no tiene otro puerto de arribo que no sea la senda comunista. Y si de algo está consciente el enemigo es precisamente el por dónde inicia la transformación comunista de la sociedad: por la eliminación de la dominación que ejerce el sistema de la gran propiedad privada sobre la sociedad.

Plantear en estos términos esta cuestión hoy y aquí aparenta entrar en contradicción con la condición de fuerza marginal en la que se desenvuelve la corriente comunista. A decir verdad, lo primero es que es cierto lo de la condición de fuerza marginal y lo segundo es lo siguiente: En América las posibilidades del comunismo no se presentan a partir de que exista previamente una corriente comunista que convenza a un segmento importante de la sociedad por su exhibición de fuerza física o por el carácter convincente de sus argumentos.

No, no es ahí donde, en el escenario actual, está la fortaleza del comunismo. Esta fortaleza reside en el hecho mismo del curso que siguen las leyes de la historia y cuya señal más expresiva hoy es el desgaste irreversible y sin posibilidad de prolongación del viejo orden en los términos en que actualmente existe. La confirmación de este acierto se puede comprobar en los procesos que vienen ocurriendo en América del sur, en América central y el Caribe donde sectores que constituyen partes importantes del viejo orden se avienen con regímenes distanciados de la matriz USA-UE pero sin que se lo pueda catalogar de rupturistas respecto a las bases en la que se sustenta la dominación de la gran propiedad privada. Pero aquí surge una pregunta ¿En semejante situación significa esto que con la sola existencia de esas leyes objetivas poniendo cada vez más de manifiesto la inviabilidad del viejo orden, el nuevo orden se instaurará, caerá por inercia y se implantará en la sociedad independientemente de que los comunistas hagan o no hagan o que simplemente se limiten a hacer amagos de manera indirecta o, peor aún, que se limiten a existir?

No, ese no es y no puede ser el sentido de la orientación a seguir por los comunistas.

El sentido de la condición de comunista va, como siempre ha sido, en la línea de asumir el compromiso y la responsabilidad de redescubrir en las condiciones históricas dadas y conocer, dominar las susodichas leyes; y en la medida en que eso ocurre, entonces ellas dejan de ser fenómenos simplemente objetivos y pasan a ser herramientas manejadas desde la inteligencia humana para guiar e impulsar conscientemente la transformación de la sociedad. A partir de ahí, ha de sintetizarse el proceso y discurrir de manera más rápida en el tiempo hasta que el viejo sistema no le quede otra alternativa de renovación y sobrevivencia que hacerlo a través de varios de los modelos de regímenes que ya existen en el continente como el mexicano, el peruano, el chileno, el hondureño, el colombiano, el boliviano, el posible modelo Lula en Brasil, el venezolano, el cubano, el nica o la corriente del progresismo que se está tejiendo en República Dominicana; no pocos de ellos aparecen hoy como si fueran la antítesis del viejo sistema pero en el fondo eso no pasa de ser mera apariencia.

Un aspecto importante de esas leyes es que, mientras más intacto permanezca en su viejo orden el gobierno de un país del continente, más directa y conectada con el comunismo deberá ser su transformación.

Al leer esto, una pregunta que deberán estar haciéndose los escépticos, los llenos de dudas y los evasivos es ¿Pero en unos países donde la economía, como en la Republica dominicana, esta sostenida básicamente por la llama informalidad, por la remeza y por el motoconchismo; donde en el plano ideológico existe una saturación de los mitos, creencias y religiones, cómo, en unas condiciones así, se va a instaurar un orden coherente con los valores comunistas? Justamente estas son las NUEVAS condiciones históricas generales (y de cuya existencia no está al margen la mano enemiga) en las que están llamados a actuar y a transformar los comunistas. Pero para operar en este nuevo medio histórico la primera condición a que está llamado el comunista es a despojarse de todo lastre de ideológico, cultural y metodológico correspondiente a la época de vigencia del modelo de sociedad industrial como lo son la noción de predominio del esquema clasista en la sociedad de hoy, con subsiguiente el esquema de un sistema de partido marcado por la existencia de un partido de la clase burguesa y un partido comunista, expresión política de la clase obrera y entrando en éste como un aditamento el campesinado trabajador.

Mantenerse apegado a estos esquemas es otro de los puntos que se suman a las condiciones que mantienen en el rango de fuerza marginal al comunismo.

Por otra parte, un primer requisito que está presente como exigencia en la proclamación de la condición de comunista hoy es definir y fijar posición ante la propia historia del comunismo.

¿Se acepta o se reniega de esa historia? Esto es necesario porque en ello también está implicada la visión que se tiene de la dialéctica y de la lógica histórica. ¿De qué historia del comunismo estamos hablando? De la URSS y del campo socialista erigido a partir de ella como eje. Quien reniega de ese proceso y de los hechos que lo originan y le dieron continuidad en el tiempo hasta agotar su ciclo, asumen consciente o inconscientemente la postura de que la historia discurre sin orden, que el capitalismo, por ejemplo, pudo haber nacido hace 3,000 si los hombres de aquel tiempo se hubieran dispuesto a eso, que las leyes objetivas que distan el curso de la historia, junto a la dialéctica y la lógica, no tienen nada que ver con la regulación del orden en que ocurren y discurren los hechos. Quien así piensa está asumiendo que un único hecho puede darse más de una vez en la historia. Que un hecho puede tener más de un inicio. Por ejemplo, que el inicio del sistema comunista (primera fase o fase socialista) es repetible en el tiempo porque a alguien se le antojó que esa historia no le simpatiza ni agrada, o que los hechos no sucedieron acorde al esquema que se tiene en la cabeza y, en función de eso, se va a las fuentes fundacionales (los textos de Marx y Engels) y en base a esquemas y dogmas decide que aquel proceso (el soviético) no sirvió, que eso fue un fracaso y hay que comenzar de nuevo. Es la lógica de la no existencia de leyes objetivas reguladoras y ordenadoras de los procesos.

Afortunadamente, al margen y por encima de quienes así piensan, esas leyes existen, el proceso soviético es hijo de ellas de principio a fin como cualquier otro proceso histórico antiguo o de este tiempo y no es posible desconocerlo y al mismo tiempo pretender que se actúa a la luz de los principios de la ciencia y del comunismo.

¿Cuáles principios? El de continuidad, el de Objetividad, el de contradicción, el de caducidad y novedad, entre otros.
Nadie está obligado a asumir la militancia comunista; es ante todo, un acto consciente. Pero quien la asume contrae el alto compromiso de serlo en toda su integridad.
No puede ser una militancia parcial y /o por conveniencia. La integridad de la militancia comunista implica defender la historia del comunismo pues el objetivo permanente del enemigo no se limita a intentar destruirlo en los hechos presentes sino que también intenta borrar, invisibilizar sus hechos pasados como forma de que no existan referentes a los cuales las futuras generaciones puedan acudir y eso, por compromiso con el presente, con el pasado y con el futuro de la forma humana de la vida, no lo puede permitir el comunista.

Santo Domingo, Octubre 2022

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