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Farsa electoral, maquillaje para lo podrido

Por Lilliam Oviedo
Fuente: LO CIERTO SIN CENSURA

El montaje del pasado 19 de mayo en República Dominicana puso en evidencia no solo la rapacidad y el descrédito de las maquinarias electoreras indebidamente llamadas partidos sino también la decisión del poder permanente de reciclar los elementos podridos para dar continuidad al saqueo y a la estafa política.

El compromiso con el sistema y el consecuente empeño por apañar la podredumbre unieron en mal disimulada alianza a grupos empresariales (incluyendo los que controlan los medios de comunicación), pastores protestantes, prelados, empresarios y viejos representantes del mal llamado sistema de partidos.

Dirigentes eclesiales difundieron en sus congregaciones como exhortación las listas de candidatos a quienes calificaban como defensores de la familia, pero entre sus congregados más comprometidos impartieron órdenes prohibiendo la abstención e identificando a quienes, por conveniencia, consideraban elegibles.

La abstención superó el cuarenta y cinco por ciento de la población potencialmente votante (sin contar los votos anulados a propósito), porque la inconformidad y el descreimiento son inocultables y el contubernio, disfrazado o no, se reduce a los grupos constituidos con ese propósito. A un número importante de personas le fue impuesta la concurrencia a las urnas. ¡Enorme retorcimiento tiene la definición de democracia que difunde la clase dominante!

Presentar como fiesta de la democracia una votación prostituida, manipulada y donde las listas para la selección están integradas, con escasas excepciones, por oportunistas, renegados y delincuentes en descarado ejercicio, es un lineamiento del pacto de clase.

El resultado electoral, si así puede llamársele, surgió de las listas de pastores como Braulio Portes, Ezequiel Molina y Juan Tiburcio Medina, de las `recomendaciones` de desacreditados sacerdotes como Manuel Ruiz, de las exhortaciones emitidas por los medios de comunicación, del oportunismo manipulador de dirigentes que desde los mal llamados partidos ordenaron fraccionar el voto y del propósito conjunto de asignar en herencia la inserción en el Estado para mantener la vigencia de ciertos grupos.

Fiesta del fascismo y abono para el atraso político.

Con Luis Abinader se reeligió el entreguismo y se afirmó la corrupción que no se puede ocultar en palabrería.

La visita de la familia presidencial a la casa del Santo Padre es una señal de que el Gobierno dominicano está decidido a mostrar su compromiso con los sectores dominantes que, a nivel global, buscan fortalecer las corrientes de derecha y de ultraderecha.

Por eso los medios corporativos destacan que Abinader ha sido invitado por Pedro Sánchez (de España) y por Marcelo Rebelo De Sousa (de Portugal) a la conferencia sobre Ucrania que tendrá lugar el 15 de junio en Suiza.

En la reciente gira de Abinader, el presidente italiano, el católico Sergio Mattarella, fue menos locuaz que su homólogo de Portugal, pero se reunió con Abinader. Rebelo dijo estar de acuerdo con Abinader en sus puntos de vista sobre la situación de Haití. El coro fascista es el coro por la intervención, no hay duda.

Al hablar de Haití y de Ucrania, la derecha más radical se abraza con la socialdemocracia proclive a presentarse como progresista y a disfrazar de defensa de la soberanía el ultranacionalismo trasnochado. La derecha, con o sin disfraces, tiene la misma definición.

DE PAGOS Y COBROS

En el ya lejano siglo XVII Honoré de Balzac, en su Fisiología del funcionario, escribía: “Nuestro libro de cocina política cuesta sesenta millones, pero la gendarmería cuesta mucho más, y no impide que nos roben. Los tribunales, las prisiones y la policía cuestan otro tanto y no hacen que nos devuelvan nada. Por lo tanto, ¡vivan los despachos y sus augustos informes!”

Hoy, en un escenario más complejo, en República Dominicana, más de cinco mil ciento once millones de pesos erogados por la Junta Central Electoral no constituyen la totalidad del costo del montaje electoral, y tampoco la suma a este dinero del pago de favores politiqueros con fondos del erario, porque son desconocidos el límite del latrocinio y el precio de la apertura de nuevas puertas al saqueo y a la venta de sucios servicios.

El latrocinio ha sido reelecto y también el servilismo.

Inhabilitado como candidato, Danilo Medina apadrinó la candidatura de Abel Martínez, un politiquero desacreditado, incapaz y con menos brillo que su también descolorido mentor.

En más de una ocasión, Medina ha dicho que llamará al pueblo a las calles, pero es pura palabrería, porque es el expresidente que detuvo sus aprestos reeleccionistas por orden de Mike Pompeo. Hoy Abinader sigue la pauta que, en sus llamadas, le traza Antony Blinken, ahora en el puesto de secretario de Estado que desempeñaba Pompeo.

Está comprometido con el sistema, pues paga con algunos millones de pesos extraídos a sus alcancías y testaferros y con el descalabro electoral del Partido de la Liberación Dominicana delitos por los cuales hoy debería estar en la cárcel y despojado de su cuantiosa fortuna personal.

Leonel Fernández sigue protegido por la impunidad. Controla una parte del Ministerio Público y participa en pactos dentro del gran pacto de clase. Logró convertir a su hijo Omar Fernández en senador del Distrito Nacional y con ello fortalece su postura y la de su maquinaria electoral, la Fuerza del Pueblo.

Luis Abinader no solo goza de impunidad para él y los suyos, también es premiado con montajes electorales a su acomodo. Es la voz seleccionada para invocar a los invasores y para comprometer al Estado dominicano con las posiciones de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN, y con la oposición al avance político.

Si caben en el escenario político electoral personajes cuya sola mención provoca asco (es el caso de Ramfis Domínguez Trujillo y Roque Espaillat), es porque es la podredumbre el marco de acción, pues los nombres de Danilo Medina, Leonel Fernández y Luis Abinader hay que asociarlos a fortunas y capitales de sucio origen, al uso de testaferros y paraísos fiscales y a la alianza para el saqueo y el entreguismo.

LA INOCULTABLE DECADENCIA…

La derecha pretende dar apariencia de renovación encargando de difundir su rancio discurso y sus desfasadas ideas a personas sin canas ni arrugas. El ensayo es viejo. Ya tienen edad madura muchos de quienes, siendo jóvenes, fueron utilizados como voceros de la política contra Cuba (Marco Rubio, Jorge Mas Fernández y otros). En República Dominicana, ya sobrepasan las cuatro décadas jóvenes posicionados en la vieja partidocracia y casi todos están vinculados a acciones nada santas. Los casos de David Collado, Faride Raful y Carolina Mejía son ilustrativos.

En el caso de Omar Fernández, se trata de insertarlo en organismos internacionales de derecha. Para Leonel Fernández es un recurso de permanencia y para Luis Abinader (que orientó el fraccionamiento del voto) es la oportunidad de someter y comprometer todavía más a Guillermo Moreno, quien ya fue candidato a senador por el Partido Revolucionario Moderno (el oficialista PRM) y ahora asumirá funciones públicas solo si es favorecido con un nombramiento presidencial.

Guillermo Moreno, junto a la facción autodefinida como progresista que apoyó sus aspiraciones e impulsó su apoyo al oficialismo, queda sometido a la manipulación.

Abinader recoge este y otros `premios` en la actual coyuntura. Y queda abierta la pregunta de si en algún momento podría convertirse en pieza sacrificable y ser incluido en algún expediente judicial. ¿Ha comprado impunidad para sí con la impunidad para otros? Nunca se sabe.

Es anciano, ilegítimo y turbio el ejercicio político en la sociedad de clases. De ahí la importancia de contribuir a acelerar el proceso de toma de conciencia.

La podredumbre y el atraso no es posible ocultarlos detrás de rostros tersos y de manos fuertes. Algunos hipotecan su juventud, pero la sociedad de clases no pierde con el cobro su propia caducidad.  

La marginalidad y la exclusión son rostros de la violencia y no hay trajes, poses, montajes o ceremoniales que las hagan invisibles.


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